APRENDAMOS LA LECCIÓN

Viernes, 11 de julio de 2025.

 

Texto bíblico:

Lucas 1:59-64 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y lo llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; 60 pero su madre dijo: ¡No! Se llamará Juan. 61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre. 62 Entonces preguntaron por señas a su padre cómo lo quería llamar. 63 Él, pidiendo una tablilla, escribió: “Juan es su nombre”. Y todos se maravillaron. 64 En ese momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y comenzó a bendecir a Dios.

 

Reflexión:

Los detalles del nacimiento de Juan nos presentan la otra cara de aquel Zacarías que conocimos mientras llevaba a cabo sus labores en el templo. Así como en aquel evento se manifestaron las consecuencias de la falta de fe, aquí se destacan las admirables repercusiones del correcto ejercicio de la fe.

 

Observamos, en primer lugar, que “sus vecinos y parientes oyeron que el Señor había demostrado su gran misericordia hacia ella (Elizabet); y se regocijaban con ella”. Como ya se ha señalado, el accionar de Dios siempre se extiende más allá del pequeño círculo en que se desarrolla nuestra vida. Cuando Él interviene en la vida de uno de sus hijos y este responde a ese accionar, otros son alcanzados por esa bendición (Deuteronomio 28:9–10).

 

En segundo lugar, se produce una pequeña crisis a la hora de nombrar al recién nacido. La costumbre de la época exigía que el primogénito llevara el nombre del padre. Para sorpresa de todas las madres anunció que se llamaría Juan, tal como lo había ordenado el ángel. Los que estaban presentes pidieron a Zacarías, que aún seguía mudo, que ratificara esta decisión. Anteriormente el sacerdote había dudado sobre la factibilidad del proyecto que Dios le anunciaba, pero ahora, no vaciló en escribir sobre una tablilla, “Su nombre es Juan”. No tenía intención alguna de volver a transitar el camino de la duda y el cuestionamiento.

 

La decisión, que parece sin consecuencia para nosotros, trajo un resultado inmediato: “Al instante le fue abierta su boca y suelta su lengua, y comenzó a hablar dando alabanza a Dios”. Los resultados adversos de su incredulidad fueron revertidos, y no solamente esto, sino que su recuperación se manifestó en una efusiva declaración de las bondades del Señor. Los meses de sufrido silencio ahora daban lugar a una verdadera fiesta de adoración.

 

Una de las maravillas que descubrimos en el Señor es que es Dios de segundas oportunidades. Él no cesa en sus intentos de establecer con nosotros una relación con dimensiones eternas, sin importarle las veces que dudemos de la bondad de sus intenciones. La hermosura de este misterio, sin embargo, la perciben mejor aquellos que han pasado por un período de silencio y tristeza como el que le tocó vivir a Zacarías. Aunque las consecuencias de nuestros titubeos espirituales no son siempre tan dramáticas como perder por unos meses el habla, cada vez que desistimos de caminar en su verdad experimentaremos esa pesadez y tristeza que indican que nos hemos alejado de Aquél de quien fluye la vida.

 

Aplicación:

¡Qué sabia es la persona que no olvida lo que vivió en aquellos momentos de sequía espiritual! El Señor seguirá trayendo a nuestras vidas nuevas palabras y cada una de ellas representará una invitación a caminar en obediencia con Él. ¡Cuántos momentos de angustia y tristeza podremos evitar si escogemos creer sus osadas propuestas, aun cuando los detalles de las mismas nos resulten incomprensibles! Madurar es, en última instancia, precisamente esto: “Atesorar en nuestros corazones las lecciones aprendidas para no volver al camino del error.”

 

Oración:

Señor enséñanos a mirar cada día de manera que entendamos tus propósitos y aprendamos a obedecerte a ti y tu palabra sin titubeos ni cuestionamientos, que de las dificultades aprendamos grandes tesoros para la vida y no sigamos tropezando con la dureza e incredulidad. Bendícenos en este día y quédate con nosotros en el nombre de Jesús…. amen

 

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