CRISTIANOS DE LA SECRETA.

Miércoles, 23 de julio de 2025.

 

Texto bíblico:

Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un gobernante de los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él. (Juan 3:1-2)

 

Reflexión:

Desde el primer momento en la vida de Jesús los “especialistas” en los asuntos de Dios se opusieron a su ministerio. Comenzaron con simples cuestionamientos, pero eventualmente su oposición se tornó en un plan concreto para eliminarlo; ¡tal era la “pasión” que sentían por Yahveh! En Nicodemo, sin embargo, vemos un intento, aunque sea titubeante, de descifrar el misterio que era Jesús.

Juan menciona que Nicodemo era prominente entre los judíos. Esto claramente señala que ocupaba un lugar en el cuerpo más poderoso de la sociedad judía, el Sanedrín. Era un hombre de trayectoria e influencia sobre el cual, seguramente, pesaban todas las exigencias de un movimiento especializado en mantener rigurosamente las minucias de la ley. Procuraban, con obsesión, no manchar su conducta con ninguna acción inapropiada. Muchos comentaristas creen que esta es la razón por la cual vino a Jesús de noche, para no ser visto por otras personas que aprovecharan el encuentro para hablar mal de su persona.

La verdad es que no sabemos si esto fue lo que lo motivó a buscarlo a esa hora, aunque no nos sorprendería que así fuera. Conocemos lo importante que es para cada uno de nosotros causar buena impresión en los demás, no dar lugar a que otros hablen mal de nosotros. Existen quienes dedican toda una vida a cultivar cuidadosamente la imagen que creen que otros desean ver en ellos. Por temor al rechazo no pueden darse el lujo de ser genuinos. Estos son los que, una vez convertidos, no levantan las manos en las reuniones para que otros no los miren. O levantan las manos, porque todos lo están haciendo. Se mueven por el “qué dirán”.

Tarde o temprano es necesario que muramos a este deseo. No es posible agradar a Dios si buscamos agradar a los hombres. Tampoco podremos andar en los caminos que Él ha preparado para nosotros, si vamos a estar siempre mirando a nuestros costados. Es necesario que se apodere de nuestros corazones una osadía santa por la que estemos dispuestos, si fuera necesario, a hacer el “papelón”. ¡Por este espíritu David danzó delante del arca y Pedro se lanzó a caminar sobre el agua!

 

Conclusión:

Cristo no hizo comentario alguno sobre la hora que había escogido Nicodemo para visitarlo. Su anhelo más profundo es el contacto con nosotros, aun cuando el encuentro se da en condiciones precarias e imperfectas. Cuando llegamos a Él y comenzamos a disfrutar de la comunión, nos reímos de lo tonto que fuimos por nuestros temores. ¿Cómo pudimos dudar de lo apropiado que es acercarnos a Él, si ahora nos sentimos tan a gusto? Él siempre nos da la bienvenida.

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