NUEVO NACIMIENTO
Jueves,
24 de julio de 2025.
Texto bíblico:
Respondió Jesús y le
dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el
Reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo?
¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? 5 Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. 6 Lo que ha nacido de la carne,
carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de
que te dije: «Te es necesario nacer de nuevo.» (Juan 3:3-7)
Reflexión:
“Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces si Dios no está con él”. La frase de Nicodemo delata uno de los conceptos que con más frecuencia se aferran en la mente del ser humano, si una persona realiza obras buenas, indudablemente la mano de Dios está sobre su vida. Cuando hemos sido testigos de la caída o pecados de algunas de las “estrellas” del mundo evangélico, se apodera del corazón de muchos un triste asombro. Se preguntan “¿cómo es que pudo realizar las obras que respaldaron su pecado?” No logramos conciliar los hechos con nuestra convicción de lo que es una vida aprobada por Dios.
En el capítulo 7 de Mateo Jesús señaló que, en el juicio final, muchos se presentarán creyéndose aprobados porque “profetizaron, echaron fuera demonios e hicieron milagros en Su nombre”. No obstante, el Señor les dirá, “jamás los conocí”. Las señales visibles definitivamente no son el instrumento para juzgar si una vida está encaminada en los intereses de Dios o no. Jesús inmediatamente corrige este error en Nicodemo, “en verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Es decir, los asuntos que pertenecen al mundo espiritual solamente los pueden discernir aquellos que pertenecen al mundo espiritual. La carne no puede juzgar lo que es del Espíritu, porque lo del Espíritu es invisible al mundo de la carne.
Es precisamente en el desconcierto de su respuesta que vemos confirmado que Nicodemo carecía de capacidad para entender los asuntos del mundo espiritual, pues preguntó, “¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Este fariseo quería entender un fenómeno puramente espiritual en términos de un acontecimiento netamente natural, como lo es el nacimiento de una nueva criatura.
La
explicación que Jesús le ofreció dejó en claro que este nuevo nacimiento es
algo que está pura y exclusivamente en manos del Señor. “Te digo que el que no
nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”. La afirmación
recalca, una vez más, que la entrada al mundo espiritual no deja lugar a la
participación del ser humano. Es decir, al igual que el bebé no produce el
parto, sino que es impulsado al mundo por una fuerza mayor a él mismo, el
trabajo del cuerpo de la madre, del mismo modo nosotros somos introducidos a la
vida espiritual por medio de la acción soberana de Dios.
Conclusión:
Nuestros
testimonios frecuentemente dejan la sensación de que fuimos los protagonistas
de este momento crucial en nuestra vida. La verdad, sin embargo, es que no
pudimos aportar más a ello que el deseo de nacer de nuevo. La milagrosa
transferencia de las tinieblas a la luz fue posible por la acción absoluta del
Espíritu Santo en nuestras vidas. ¡No debemos perder de vista nunca que este
nacimiento también fue un verdadero milagro de Dios!
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